La semana de consagración vivida recientemente en la Obra de María culminó con un gesto de fe y unión en el Colegio San Juan Pablo II. La entronización de la imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás se convirtió en un espacio donde generaciones enteras se encontraron bajo el manto de María, renovando su compromiso y alegría en el caminar juntos.
Un legado que trasciende generaciones
La imagen de la Virgen del Rosario de San Nicolás tiene un significado especial para la Obra de María. Fue la primera imagen que llegó a sus manos, donada por la familia Pico del barrio San Lorenzo. Este símbolo ha acompañado desde entonces a la obra, representando la presencia maternal de María en cada paso del camino.
A lo largo de esta semana, se buscó generar un diálogo entre generaciones, y ¿quién mejor que María para ser puente en este encuentro? En el evento, estudiantes de inicial, primaria y secundaria, junto con sus familias, docentes, colaboradores, y el equipo de la obra, se reunieron para celebrar la entronización.
Momentos que emocionan
La celebración estuvo cargada de gestos simbólicos y testimonios conmovedores:
- Sofía, una alumna, describió el evento como «un regreso a casa», sintiendo que María desea permanecer con ellos.
- Luis Trujillo, portero del colegio, renovó su compromiso entregando las llaves de la escuela a los pies de María, como símbolo de protección y guía para la comunidad educativa.
- Los más pequeños, con flores y sus intenciones, expresaron la devoción de sus familias y su confianza en el cuidado de María.
María, guía en el camino
El presidente de Hombre Nuevo, Andrés Rojo, junto a Celeste Castillo, representante legal del colegio, participaron activamente en la celebración, que incluyó momentos de oración y el rezo del Magnificat. Este himno, que resuena con el mensaje de levantar a los humildes, fue el centro espiritual de la jornada.
Una fiesta para el alma
La entronización fue mucho más que un evento: fue una explosión de fe, esperanza y compromiso comunitario. Como expresó un testimonio: «María quiere estar con nosotros para guiarnos y acompañarnos en el camino de los bienaventurados».
Con este gesto, María vuelve a casa para quedarse, recordándonos que su presencia trasciende generaciones, conectándonos y guiándonos hacia un camino de amor y misericordia.
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