Las experiencias de voluntariado están cargadas de dos “Sí”. Un “sí” personal que nos anima a salir al encuentro del otro y un “sí” de la comunidad que acompaña y guía los pasos a dar.
El camino a seguir se descubre a medida que avanzamos y concretamos con gestos, sencillos y comprometidos, nuestro llamado a acompañar la vida de los hermanos.
Así ocurrió en la historia de Lila. Ella tiene 62 años y desde el 2021 se sumó al proyecto de Belén Nazaret en Buenos Aires. Luego de sus primeros meses en el voluntariado compartió un resumen de lo vivido:
“Fue maravilloso cómo me convocaron, aún hoy estoy sorprendida. Pero más allá de eso, estaba buscando alguna forma de actividad solidaria y voluntaria, ya que me había jubilado.
La pandemia complicó bastante la posibilidad de inicio y de reuniones, pero las ganas de ayudar superaron ese inconveniente y luego de algunas reuniones por Zoom, me veo un día yendo a Mataderos, a encontrarme con una abuela venezolana que tiene una hija con Asperger que recientemente había dado a luz a una beba.
La verdad, no sabía bien a qué iba, ni con qué me iba a encontrar, ni siquiera el alcance de mi intervención. Pero me dije: “andá y conocelas, ya verás qué se puede hacer para ayudarlas”.
Nuestro primer encuentro fue en octubre. Nos reunimos varias veces, siempre en una plaza, cerca de su casa. Así supe que la beba, que ahora tiene 9 meses, había nacido con un problema de salud. Esto implicó que tenga que ser operada y que luego atraviese una internación por 60 días.
En el camino, despidieron a la abuela de su trabajo. Gracias al Servicio Jesuita a Migrantes, consiguen un hogar y comida para vivir.
Mientras tanto la beba, muy bien cuidada por su abuela, crece bien, con visitas mensuales al hospital.
Cada semana, la abuela me comentaba cuáles eran sus necesidades. Mi intervención fue transmitir estas necesidades al programa, actuar de puente, escuchar y acompañar. Y así, semana a semana, y con la ayuda solidaria de otras personas, se le fue consiguiendo una leche especial que necesitaba para su alimentación.
Pero también se las fue conteniendo, acompañando, dando fuerza, entusiasmo por lo logrado y fortaleza para lo que vendrá.
El resumen de estos pocos meses trabajados: la empatía, ser puentes, estar atentos a las necesidades de los demás.
Me siento feliz por lo logrado, por el nexo y la relación que hemos podido establecer, de afectividad y confianza. Hay mucho por hacer, por esta familia y por otras tantas que irán acercándose al programa en busca de contención y ayuda”.