María Graciela y Aída pertenecen al voluntariado de Hombre Nuevo Catamarca. Ellas participan en las tareas del comedor que asiste con alimentos a varias familias de la ciudad y también brindan su servicio en el proyecto La Casa de José, el hogar que acompaña a personas en situación de calle.
Desde sus experiencias comparten lo que significa el voluntariado en sus vidas y la huella que dejan las obras de caridad en las realidades más cercanas.
Para María Graciela ser voluntaria es un regalo y una misión que Dios le ha encomendado. “Eso ha ido tallando mi vida, ha ido modelando en mi una forma de ser, una forma de sentir, de relacionarme con los demás, de entender la vida, hasta de entenderme a mí misma”, cuenta con mucha alegría.
Y agrega que “el voluntariado causa un gran gozo en el corazón. Cada pequeño gesto o cada gran gesto que podamos hacer por el hermano genera una profunda alegría. Porque tiene en sí mismo una fuerza propia, genera una pasión, que es la fuerza y la pasión del amor”.
En la vida de Aída el voluntariado también deja valiosos regalos. Hace un tiempo tuvo que interrumpir su servicio debido a un accidente que le impidió movilizarse. “Poco a poco volví a la acción y es para mi fuente de paz y consuelo. (…) Cada día puedo orar mi servicio como nuestra Madre: Dios miró con agrado la pequeñez de su sierva”.
Ella nos recuerda que el voluntariado anima a ser fiel en las obras de cada día, nos aleja del egoísmo y la tristeza, siendo todo una gracia de Dios.
¡Gracias al gran equipo de voluntarios por ser testigos de esperanza, aún en las realidades más difíciles!